Siempre pensé que seríamos dos únicas nietas mujeres por parte de mi mamá. Yo, por ser la mayor recibía más caprichos y siempre tratada como princesita.
Sólo éramos tres primos: Diego, Alexandra y Yo.
Todo el ambiente familiar era tranquilo y sereno. Sin embargo sin pensar que me haría falta algo algo inesperado para toda la familia ya venía en camino.
Nunca pensé en esa posibilidad, pero se dio.
Mis único tío, que siempre lo he visto y tratado como hermano sería nuevamente papá.
A mi querida familia no le cayo muy en gracia ésta noticia ya que tener un bebé implica gasto y tiempo, pero sé que en el fondo tenían tanto entusiasmo por ver llegar al retoñito como yo.
Luciana Alejandra Meza Valdivia nació un 6 de marzo del 2007.
Era tan delicada y blanca que parecía una muñequita de cristal. Tenía miedo de sostenerla en mis brazos. Su llanto se asemejaba a un maullidos bebés.
Su piel era tan suave y limpia.
La primera vez que la vi sentí mucha emoción, mi corazón palpitaba a 100 km por hora.
Fue una sensación inigualable a cualquier otra sensación.
Me moría por ver sus ojitos dormidos, me acurrucaba junto a ella y podía sentir su respiración. Vivía en un sueño y ella era la protagonista.
Todos estábamos chochos y enamorados de la pequeña y sé que ése sentimiento no podrá borrarse de nuestras memorias.
Sólo éramos tres primos: Diego, Alexandra y Yo.
Todo el ambiente familiar era tranquilo y sereno. Sin embargo sin pensar que me haría falta algo algo inesperado para toda la familia ya venía en camino.
Nunca pensé en esa posibilidad, pero se dio.
Mis único tío, que siempre lo he visto y tratado como hermano sería nuevamente papá.
A mi querida familia no le cayo muy en gracia ésta noticia ya que tener un bebé implica gasto y tiempo, pero sé que en el fondo tenían tanto entusiasmo por ver llegar al retoñito como yo.
Luciana Alejandra Meza Valdivia nació un 6 de marzo del 2007.
Era tan delicada y blanca que parecía una muñequita de cristal. Tenía miedo de sostenerla en mis brazos. Su llanto se asemejaba a un maullidos bebés.
Su piel era tan suave y limpia.
La primera vez que la vi sentí mucha emoción, mi corazón palpitaba a 100 km por hora.
Fue una sensación inigualable a cualquier otra sensación.
Me moría por ver sus ojitos dormidos, me acurrucaba junto a ella y podía sentir su respiración. Vivía en un sueño y ella era la protagonista.
Todos estábamos chochos y enamorados de la pequeña y sé que ése sentimiento no podrá borrarse de nuestras memorias.
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